Otra vez este pesado…
¿Cómo impactan los emails, mensajes directos y notificaciones en nuestros estados de ánimo diariamente? ¿Qué podemos hacer para reducir estos impactos y seguir aprovechando de las ventajas digitales?
Me suele suceder que al recibir un email o mensaje directo a través de las tantas plataformas de comunicación que uso a diario, de tanto en tanto me emerge el pensamiento:
“Otra vez este/a pesado/a…”
Con sólo leer el remitente o el título del email o mensaje es suficiente para que se me dispare este pensamiento.
Claro que la mayoría de las veces no es así, aunque en esta reflexión quiero centrarme exclusivamente en este tipo de pensamientos.
Que antes que pensamientos tuvieron forma de sentimientos, y más profundamente emociones, que pueden llegar a impactar en mi estado anímico.
Quizás te suceda como a mí, que estos —a veces micro a veces macro— impactos me van cambiando el tinte en el estado de ánimo a lo largo del día.
Si es así, te comparto algunos experimentos que vengo realizando para reducir no sólo el número de impactos sino también para conocer mejor mis puntos sensibles y reacciones.
No sólo me refiero a personas cuando digo “pesados/as”, a veces, incluso, estas emociones me emergen por una notificación en el móvil, una alerta de una aplicación, etc.
Sucede que desde la pandemia hemos intensificado nuestra conectividad: más emails, más mensajes directos o de grupos, más redes sociales —que tienen poco y nada de sociales—, más plataformas de comunicación, más y más.
A aquel acrónimo —VICA, de Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo— con el que intentamos explicar nuestro mundo actual a partir del 2020 le habíamos incorporado una nueva letra, la H —de Hiperconectado.
Claro que no estoy contando nada nuevo a estas alturas, aunque sí creo que todavía tenemos mucho por aprender sobre nuestra relación con esta Hiperconectividad.
Empezando por tomar conciencia de nuestros puntos más sensibles y las reacciones —muchas veces sutiles— que disparan nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo.
Recién mismo acabo de vivir una experiencia que sirve perfectamente como ejemplo.
Estaba en una reunión como oyente, y durante un momento de aburrimiento decidí leer un email que acababa de recibir.
Lo que leí —que no viene al caso— me enojó, lo que en una milésima de segundos disparó un montón de pensamientos sobre la persona que lo enviaba —que tampoco vienen al caso.
Seguidamente después me emergieron fuertes ganas de responder a ese mail —invitado por la energía del enojo— como manera de reacción inmediata.
Me llevó un momento —segundos— observarme, reconocer la emoción y decidir no enviar ese mail inmediatamente sino más entrada la tarde.
Lo que más tiempo me llevó fue volver a conectar con la reunión en la que estaba, desde la presencia y con la emoción necesaria para colaborar, aprender y aportar ideas.
Ejemplos como estos tengo una infinidad, aunque desde hace casi un año vengo experimentando diferentes maneras de reducir estos impactos emocionales en mi día a día.
Te comparto algunos, que quizás te sirvan para probarlos tú también:
Desactivar toda notificación de mi móvil —salvo excepciones , como los mensajes directos de whatsapp.
Configurar el email y mensajería laboral para recibir notificaciones sólo durante mi horario laboral —después de las 17h no recibo nada hasta el otro día a las 9h.
Eliminar cuentas de redes sociales —solo uso Instagram con mejores amigxs y Linkedin, ambos no más de 30 min por semana.
Hacer detox frecuentemente —desuscribirme de newsletters y dejar de seguir a perfiles que ya no me interesan, o me generan emociones displacenteras.
Creo que el gran primer paso de todo esto será sincerarnos con nosotros/as mismas y permitirnos exclamar con total franqueza:
“Otra vez este/a pesado/a…”
A partir de ahí ver qué acción aplica mejor para lidiar lo menos posible con este tipo de impactos.
¿Te animas al desafío?
Te mando un abrazote
Maro
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