Las Olas y el Viento...
Te comparto cuatro aprendizajes que me llevé antes, durante y después de una travesía en el mar 🏊♂️
La semana pasada participé –por primera vez en mi vida– de una travesía de aguas abiertas en el mar.
Más precisamente en la hermosísima Costa Brava de Barcelona.
Sin ánimos de alardear por haber logrado completar los casi 4 km de nado, la vivencia de aquella experiencia, que duró alrededor de hora y cuarto, es digna de compartir.
Principalmente, por la suma de aprendizajes y reflexiones que me llevé antes, durante y después de hacer la travesía –que espero sea la primera de muchas más.
Aprendizajes que –además de cuestiones como la técnica de nado, la respiración, el uso del traje de neopreno, las condiciones climáticas– van más allá de la experiencia en aguas abiertas.
Incluso me atrevo a decir que pueden extrapolarse a cualquier aspecto de nuestra vida: personal, laboral, profesional, relacional en general.
Tampoco pretendo desarrollar una filosofía de vida ni creo que lo que vaya a compartir a continuación sea algo nuevo para vos, pero quizás te llega en un momento en el que te sirve y –por qué no– acompaña de alguna manera.
Sin más preámbulo, te invito a zambullirte conmigo en este mar de reflexiones.
Auspiciante
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Un día antes de la travesía nos cruzamos con un grupo de nadadores –que anteriormente ya habían hecho esta experiencia unas cuantas veces– que nos anticiparon que al día siguiente habría mar de fondo –concepto que desconocía hasta ese momento.
Este fenómeno está relacionado con el oleaje que se genera por las corrientes submarinas del mar, incluso si el día no estuviera ventoso.
Estos nadadores nos aconsejaron a mis amigos y a mí que tomáramos una pastilla para evitar los mareos, unos 30 min antes de entrar al mar –lo cual hice, aunque solo tomando media.
En este punto ocurrió mi primer aprendizaje: qué valioso es rodearse de personas con experiencia y ganas de compartirla –y mantenerme dispuesto y abierto a escuchar y aprender de ellas.
Venía entrenando bastante desde unos meses previos a la travesía –aprovechando los entrenamientos que me iba armando la inteligencia artificial– y esto me ayudó a pensar una teoría de cómo sería más eficiente nadar en el mar.
Cada cuantas brazadas tomaría aire, cuál sería el ritmo durante los diferentes tramos del recorrido y hasta tenía configuradas alertas en mi reloj para que me avisaran cada 500 metros y así poder estar atento a los cambios que había planificado.
Lo que sucedió una vez que entré al agua –corriendo junto con los demás nadadores– escapó totalmente a mis planificaciones y teorías.
De entrada sentí el frío en mis pies, manos y cara, la cual me costó sumergir unos cuantos minutos.
Al mismo tiempo, sentía mi respiración bastante agitada, con lo cual tuve que cambiar mi idea inicial de respirar cada tres brazadas por ir con la cabeza fuera del agua y respirar en todas las brazadas.
Segundo gran aprendizaje: la teoría no siempre –quizás nunca– se asemeja a la realidad.
Lo que siguió a las primeras sensaciones en el mar fue una sesión, que duró alrededor de unos 20 minutos, de pensamientos negativos sobre lo mal que lo estaba haciendo, las pocas chances que tenía de completar la travesía, y todo tipo de explicación de por qué debía abandonar la travesía inmediatamente.
Durante esos 20 minutos –que parecieron una eternidad– mi mayor desafío no era la travesía, sino gestionar mis propios pensamientos para dejar de juzgarme y poder concentrarme en lo importante: divertirme, disfrutar de la experiencia y completar la travesía.
Es aquí donde di con el tercer aprendizaje: mi mente puede ser mi gran enemiga o mi gran aliada, dependerá de lo que me cuente para que cambie de un modo a otro.
Así que me enfoqué en recordar las horas de entrenamiento previo que había dedicado para esa hazaña, en conectar con lo agradecido y privilegiado que me sentía de poder participar con amigos de un evento de ese tipo, y por supuesto, en imaginarme cómo me sentiría una vez que llegara a la meta.
Una vez que logré domar mi mente, realmente pude comenzar a poner el foco de mi atención y esfuerzo en la técnica, en la respiración, en contemplar el paisaje, y en divertirme al nadar. Lo cual me puso las cosas más fáciles para completar la travesía.
La última –y no menos importante– reflexión ocurrió luego de la mitad del circuito, cuando dimos la vuelta para volver a la costa, en donde percibí que las olas, por momentos, me daban un empujoncito.
Y que inmediatamente luego del envión, venía un momento de retracción que me mantenía en el mismo lugar, por más esfuerzo que hiciera al nadar.
Lo que me llevé como cuarto aprendizaje fue: cuando estoy en la cresta de la ola, mejor poner bastante esfuerzo; y cuando llegan momentos de retracción mejor dejarse llevar y esperar un poco.
¿Cuál de estos cuatro aprendizajes te resonaron más?
Abrazote
Maro
PD: ¿podés adivinar quién cantaba la canción del título de este email? ¿y de qué año es?
PD 2: ya sea que conozcas o no las respuestas, de seguro te vas a divertir en solitario o con amigos jugando este juego.
PD 3: ¡luego contame qué te pareció!
Bienvenido al mundo de las aguas abiertas! Con María nadamos en varias travesías, pero usualmente en aguas frías sin neopreno. Es otra experiencia a probar. ¡Abrazo y espero que tengamos oportunidad de nadar juntes!