Te has acostumbrado tanto a la tormenta que ya no percibes ni las nubes, ni la lluvia, ni los rayos, ni lo empapada que te encuentras.
Tanto es así que ante cualquier otra propuesta climática más clara, más estable, más amena para navegar tu barco, te desespera, te inquieta y no sabes qué hacer ni cómo reaccionar.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que a la primera que comienza a asomar algún rayo de sol te impacientas tanto que crees que el barco ha tomado un rumbo incorrecto, así que pides a tu experto timonel que gire y se disponga regresar donde la tormenta.
Éste te recomienda no hacerlo y fundamenta sus argumentos con conocimiento y experiencias previas pero a ti no te conforma lo que oyes y lo arrojas al mar.
Inmediatamente pides a uno de tus marineros que se haga cargo del timón, que acepta temeroso luego de ser testigo del destino del timonel anterior.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que desconocías la existencia de la navegación y el destino de tu barco lo que despierta aún más tus nervios y mandas llamar al navegante para que te aclare este asunto.
Le pides un informe general de la navegación que inmediatamente recibes junto con una completa presentación que involucra mapas, brújula, compás, GPS, radar, recomendaciones de destinos y hasta responde a todas tus inquietudes con paciencia y amabilidad.
Sientes una gran frustración porque no entiendes la mitad de las cosas y tampoco tienes interés alguno de entenderlas, así que arrojas al navegante al mar sin pensarlo y lo reemplazas con otro novato marinero de tu tripulación.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que no tenías idea de la importancia de las velas hasta que escuchaste entre camarotes a dos marineros haciendo mención de ellas, así que decides llamar al trimmer —encargado del manejo de las velas.
Al tenerlo frente a ti le comienzas a dar órdenes intentado utilizar palabras claves que habías leído alguna vez en algún manual de navegación aunque no tienes idea de lo que realmente significan:
— ajusta y controla las velas para optimizar el rendimiento del barco.
— posiciona, coordina y afina las velas según las condiciones del viento.
— asegura la perfecta sincronización de las velas para obtener el máximo rendimiento de cada una.
— trabaja en estrecha colaboración con el timonel y el navegante para ajustar las velas de acuerdo a la dirección y potencia del barco.
Te sientes una crack utilizando todo el léxico correcto y las palabras adecuadas, crees que así impondrás el respeto que mereces, pero tu burbuja de fantasía se evapora ante la primera y simple pregunta que te hace el trimmer:
— ¿qué quieres lograr con esos cambios que me solicitas?
Enfurecida por la insolencia de este subordinado lo arrojas al mar y de inmediato lo reemplazas con otro inexperto marinero que temeroso y cabizbajo se pone a izar y arriar las velas aleatoriamente, lo cual te alivia sobremanera.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que no conoces otra manera de operar que no sea en situación de caos, de emergencia, de inundación, de desesperación, de peligro, de malestar, de supervivencia.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que tampoco imaginas —ni ambicionas— un clima diferente para tu barco, de estabilidad, de colaboración, de planificación, de organización, de compromiso, de bienestar, de superación.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que al final de cuentas te toca timonear, navegar y ajustar velas, sin más tripulación a la que ordenar, culpabilizar, y ni siquiera arrojar al mar.
Te has acostumbrado tanto a la tormenta que para ti es perfecta.
Abrazote
Maro
PD: ¿tú también te has acostumbrado a la tormenta?
PD 2: si es así, unFIX y su definición de tripulaciones de seguro te va a ayudar.
PD 3: luego me cuentas 🫡