Un año atrás no hubiera imaginado este desenlace.
De hecho, vivir en Alemania no estaba, ni remotamente, en mi lista de posibles escenarios si intentaba visualizar mi futuro como nómada digital.
Pero bueno, una lista de sucesos y acontecimientos nos habilitaron la decisión de movernos a Berlín desde comienzos de este año.
Acontecimientos que vistos en retrospectiva puedo juzgar como afortunados, pero que en su momento los observé bastante diferentes.
El más significativo fue un despido masivo –y sorpresivo– en la empresa polaca para la que trabajábamos con Uli, que lo afectó a él directamente –y a mí indirectamente.
De entrada nos cayó como un baldazo de agua, no lo voy a negar.
Pero al poco tiempo nos pusimos en acción para intentar convertir esa desafortunada situación en algo que nos abriera posibilidades.
Fue un interesante e intenso proceso, lleno de emocionalidad, conversaciones y acompañamiento mutuo el que vivimos con Uli desde mitad del año pasado.
Aprovechamos también para revisar y volver a reconectar con nuestro propósito –aquel por el cual decidimos emigrar hace unos años.
Nos dimos cuenta de que lo que más nos motivaba a ambos era vivir por el mundo, que hoy valoramos y diferenciamos de viajar por el mundo.
Realmente disfrutamos de la experiencia inmersiva, de habitar una ciudad, un país, de generar lazos, hábitos, descubrir su cultura, su gente, su lengua, su comida, costumbres…
Así que fue gracias a volver a conectar con este propósito compartido que decidimos comenzar a buscar oportunidades laborales más allá de Barcelona.
Más allá de España incluso, aunque teníamos en claro que queríamos –y queremos– seguir viviendo por Europa, así que ese era nuestro límite.
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Fueron meses de mucha incertidumbre, principalmente por los largos procesos de entrevistas que son comunes por estos lares.
Para que te des una idea, para la posición en la que finalmente quedé seleccionado, fueron 3 meses de proceso y unas 4 entrevistas con diferentes personas de diferentes áreas y roles de la organización.
Incluso el feedback que recibía por email para saber si pasaba o no a la siguiente fase del proceso de búsqueda los recibía cada 2 o 3 semanas, lo cual era un desafío constante la gestión de mi ansiedad.
Y para sumar mayor incertidumbre a la ecuación, además de participar de un par de procesos en simultáneo, no iba a saber hasta la última entrevista si debíamos relocalizarnos al nuevo país o no.
Recuerdo muy vívidamente el momento que recibí la llamada de la persona de HR –recursos humanos– en la que me informaba que había quedado seleccionado para la posición de Agile Coach.
Era Noviembre y estábamos entrando con Uli, mi mamá y una amiga –que estaban de visita por Barna– a la Sagrada Familia. Me sonó el teléfono justo en frente a esta impactante y emocionante obra de Gaudí, y escuché del otro lado la gratificante y tan esperada noticia.
Lo que siguió a ese día fue una maratónica carrera de poco más de 2 meses para decidir qué mudar, qué vender, qué regalar, cómo y cuándo entregar el piso en el que vivíamos, conseguir un piso en Berlín, hacer el papeleo de residencia correspondiente, pero lo más significativo fue sin dudas despedirnos de los amigos que hicimos en nuestra queridísima Barcelona.
Ya casi van 5 meses desde que pisamos tierras alemanas y si bien el shock cultural fue impactante al principio –a niveles de no entender nada y sentirnos bastante perdidos en muchos aspectos– hoy siento que lo estamos comenzando a disfrutar.
Las clases de alemán vienen siendo clave para comenzar a distinguir –en las interacciones cotidianas– palabras, conceptos, precios, saludos, comida y demás particularidades de la cultura.
Y por supuesto, tener nuestro propósito latente con Uli nos abre un mar de posibilidades para seguir viviendo por el mundo, o mejor dicho, Wir leben für die Welt.
Te mano un abrazote.
Maro
PD: dejo el tema del clima para otra publicación.
PD 2: aunque te cuento que aprovechando el frío invierno nos pusimos creativos y lanzamos HITAZOS