Hasta Cuándo Postergar el Conflicto
Cada conflicto tiene sus particularidades y complejidades que los hacen únicos y con nuestros equipos podríamos estar confundiendo postergar resolverlos con esperar a que se resuelvan por sí solos.
Sé que tienen mala prensa, pero los conflictos no son más que situaciones en la que dos o más personas difieren en intereses, objetivos, expectativas sobre algo común, lo que puede provocarles alguna tensión inesperada en su relación.
Con esto no intento minimizarlos ni quitarles relevancia, sino más bien poner en perspectiva de lo que entiendo cuando hablamos de conflictos.
Claro que cuando veo que un conflicto se avecina —de esos que vemos venir con bastante anticipación y van a generar un impacto significativo— suelo tomarme un tiempo para abordarlo.
¿Postergación quizás?
Yo lo llamo postergación cuando me autoengaño con alguna de las siguientes falacias:
creer que es mejor no hacer nada porque el conflicto se resolverá solo.
creer que habrá un mejor momento para ocuparme de ese tema y que sólo debo esperar recibir alguna señal, o que los astros me guíen.
Entonces no llamaría postergación cuando decido tomarme un tiempo para observar el conflicto desde diferentes ángulos y preguntarme antes de actuar:
¿qué interés o valor está en juego para mí?
¿qué impacto tiene este conflicto en mi relación con otras personas?
¿qué escenarios —más favorable a menos favorables para mí y los demás— me imagino?
¿cuáles serán los intereses o valores en juego para las personas involucradas?
También me ayuda mucho compartirles mis conflictos a personas de confianza, que generalmente me aportan una mirada diferente desde un lugar de menor afectación que el mío.
¿Te viene algún conflicto a la memoria?
Auspiciante
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Yo recuerdo como conflicto cuando decidí mudarme y resolver tempranamente un contrato de alquiler. No tanto por la mudanza en sí sino por el impacto que esa decisión tenía en el propietario del departamento.
Me llevó unos días —o semanas— responderme las preguntas de más arriba y principalmente tener el coraje para abrir la primera conversación —exploratoria inicialmente— con el propietario.
Si bien mi primer enfoque fue el de encontrar un “win-win”, en el que todas las personas involucradas saliéramos ganando, luego de esa conversación exploratoria caí en la cuenta que estábamos ante un escenario de “suma-cero”, algunos ganaban mientras que otros perdían.
Así que dado este contexto, decidí cambiar mi enfoque a uno de “balanceo de impacto”, en el que, al ser yo la persona interesada en cambiar las reglas sobre la marcha, ofrecí dinero para intentar reducir el impacto de los daños ocasionados.
Esto destrabó el conflicto y pudimos avanzar en los siguientes pasos hacia una resolución en buenos términos.
En los equipos que acompaño también emergen conflictos y por lo general suelo verlos venir.
Si bien una parte de mí preferiría que siga todo “en orden”, por otro lado me alegra de que emerjan ya que los encuentro desafiantes y enriquecedores en la mayoría de los casos.
Principalmente porque cada conflicto tiene sus particularidades y complejidades que los hacen únicos al momento que acompaño al equipo a atravesarlos.
Casi siempre busco algún marco de referencia, como éste, con el que genero un contexto favorable para que las personas observen sus propios estilos de negociar y den lugar a sus primeras conversaciones exploratorias.
Entonces, ¿hasta cuándo postergar el conflicto?
Cada persona encontrará su respuesta a esta pregunta. En mi caso intento que sea el menor tiempo posible después de pensármelo un poco antes de dar el primer paso.
¿Tu cómo lo ves?
Te mando un abrazote.
Maro
PD: Envié este newsletter originalmente en Septiembre 2023.